FILOSOFÍA ANTIGUA POÉTICA DO PINCIANO, EPÍSTOLA UNDÉCIMA
Fragmento 2
Contiene la segunda división o fragmento la diferencia entre la épica y la trágica, y más, la unidad de la acción heroyca, y si lo debe tener en la persona; todo lo cual me parece bien; y he venido en consideración de una cosa acerca desta unidad de la persona que, si el poeta quiere magnificar a algún varón, recebido por tal comúnmente de todos, no hay para qué le dar coadjutor alguno, sino que él solo sea persona toda en la acción de la forma que escribís; mas, si el poeta quiere engrandecer por sus respectos particulares a otro que no sea tan noble entre las gentes, debe buscar y arrimarse al que en aquel tiempo lo haya sido, para, en consecuencia del varón nobilísimo, decir del suyo no tan ilustre; y en tal caso le será lícito al dicho poeta hacer a su varón coadjutor del principal, y esto para sublimar la casa de aquel a quien se halla obligado o quiere obligar de nuevo, como en nuestros tiempos lo hizo un italiano; y no digo más, porque sabéis quién es.
Paréceme bien lo que me escribís (y antes que vos el Filósofo) de la Ulysea: que es acción mezclada de trágica y cómica; y me he holgado mucho en saber que sea opinión de vuestros amigos, porque algunos poetas de nuestros tiempos dicen que son monstruos estas mezclas, y, aunque les he dicho que Plauto llamó a su Amphitryón tragicomedia, no aprovecha. ¡Enhorabuena! Que yo, con vuestro parecer y el de Aristóteles, siento que se pueden mezclar estas especies sin hazer monstruos, sino criaturas muy bellas; y pienso que no sólo a la cómica se puede mezclar la épica, mas también a la satírica, y más a la que con severidad y sin mofa reprehende los vicios, especialmente que la satírica y épica siempre acerca de los antiguos gozaron de un mismo metro; confieso que es más perfección que guarde cada acción su propiedad rigurosa, como en la épica lo hizo la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio, mas no acuso a los épicos que, por deleitar, mezclan algunas cosas cómicas, y, por enseñar, algunas satíricas graves; las histriónicas y viles repruebo totalmente; lo uno, porque se abajan muchos grados de la grandeza trágica, y lo otro, porque enseñan a pocos y deleitan a malos. Discurriendo también sobre este fragmento y sobre las especies de la trágica, que son pathética y morata, hallo que la trágica debe tener más de lo pathético, y la épica más de lo morato. Y esto atendiendo al príncipe, sujeto principal de la acción; en la trágica se busca un príncipe que ni sea bueno ni malo en sus costumbres, cuya muerte que es más ordinaria haga más conmiseración, pero la épica, en quien por la mayor parte queda el príncipe vivo y virtuoso, y adonde no se pretende la conmiseración final dél, sea conviene, como dize: Fadrique, un varón consumado en todas cosas, así naturales como aquisitas, y, en suma, un héroe milagroso.
Aquí he advertido de nuestra poesía que, para la magestad heroyca, nos hace falta la generación de los semideos, la cual no consiente nuestra religión y, por consiguiente, no la admite la verisimilitud; que, como antes se dijo, el poeta debe guardar la religión por la verisimilitud.
Fragmento 3
En el tercero fragmento me escribís de la fundación épica que ha de ser sobre historia la perfecta, y no sea grande ni larga tampoco, porque, ocupando la historia mucho lugar, falta para la imitación poética y, por el tanto, falta el primor y prestancia que ella tiene sobre la historia.
Aquí me hizo reír un compañero que alababa a un metrificador porque no se apartaba de la historia, y decía: «éste es poeta que no esotros fulleros que no saben decir verdades». Mas esto lo dejo para que algún día riamos despacio, cuando yo vea la corte, que, a lo que pienso, será en breve.
Fragmento 4
Contiene el párrafo cuarto la alegoría épica, la cual parte estimo yo en mucho por lo que antes dije; y digo agora que soy muy amigo de la doctrina, la cual principalmente da el épico poeta en la alegoría, y tanto la estimo yo más porque veo poetas graves en lo demás y en todas estas partes tan faltos, que, aunque más se quieran esforzar a exprimir su poema, no sacan zumo alguno de alegoría.
Estos poemas caminaron tras el solo deleite y rescibieron su merced, que, pues el deleite solo fue su fin, débense contentar con le haber alcanzado y dejar la alegoría para los que principalmente la buscaron a fin de adotrinar. El que tuviere tan alto ingenio como Virgilio, emprenda lo uno y lo otro, que él solo podrá hablar con admiración, verisimilitud y alegoría. Ya me entendéis por quién digo, que no lo hizo assí.