CARTA A GÓNGORA E RESPOSTA DO CORDOBÉS

De un amigo de D. Luis de Góngora que le escribió acerca de sus Soledades

Un cuaderno de versos desiguales y consonancias erráticas ha aparecido en esta corte con nombre de Soledades, compuesto por Vm.; y Andrés de Mendoza se ha señalado en esparcir versos de ellas, y no sé si por pretendiente de escribir gracioso, o por otro secreto influjo, se intitula hijo de Vm., haciéndose tan señor de su correspondencia y de la publicación desta poesía, que por esto, y por ser ella de tal calidad, justamente están dudosos algunos amigos de Vm. de que sea suyo, y yo, que por tantas obligaciones lo soy en extremo, se lo he querido preguntar, más por desarraigar este error que entre ignorantes y émulos (que los tiene Vm.) va cundiendo, que por ser necesario a los sabios y que conocen el estilo apacible en que Vm. suele escribir pensamientos superiores más celebrados; causa bastante a que los bien intencionados se lastimen de que Mendoza y algunos cómplices suyos acumulen a Vm. semejantes Soledades, pues es cierto que si las quisiera escribir en nuestra lengua vulgar, igualan pocos a Vm.; si en la latina, se aventaja a muchos, y si en la griega, no se trabaja tanto para entenderla que en lo que Vm. ha estudiado nos pudiera escribir seguro de censura y cierto de aplauso. Y como ni en estas ni en las demás lenguas del Calepino no están escritos los tales Soliloquios, y se cree que Vm. no ha participado de la gracia de Pentecostés, muchos se han persuadido que le alcanzó algún ramalazo de la desdicha de Babel, aunque otros entienden ha inventado esta jerigonza para rematar el seso de Mendoza, pues si hubiera otro fin no le hiciera tan dueño destas Soledades, teniendo tantos amigos doctos y cuerdos de quien pudiera Vm. quedar advertido y ellas enmendadas o declaradas, y que de todo ello hay tanta necesidad.

Haga Vm. lo posible por recoger estos papeles, como lo van haciendo sus aficionados, tanto por remediar la opinión de Vm., como compadecidos del juicio de Mendoza, y sobre todo encargo a Vm. la conciencia, pues pareciéndolo que sirve a Vm. y que él adquiere famoso renombre hace lo posible por persuadir que entiende lo que Vm., si los escribió, fue para que se desvaneciese, y lo va estando tanto, que ha escrito y porfiado en ello muy copiosos corolarios de su canora y esforzada prosa, dicendo que él disculpa y explica a Vm... Mire en qué parará quien trae esto en la cabeza y un ayuno cuotidiano en el estómago. Y si esto no, muévanle a Vm. dos cosas que sus amigos habemos sentido mucho: una, que este su comentador no le llame el Señor Don Luis, pues por lo poeta, no se juzga este título autorizado; la segunda, por corregir el vicio que se introduciría entre muchos que procuran imitar el lenguaje destos versos, entendiendo que Vm. habla de veras en ellos. Y caso (no lo permita Dios) que Vm., por mostrar su agudeza, quiera defender que merece alabanza por inventor de dificultar la construcción del romance, no se deje caer Vm. en esta tentación, ya que tiene tantos ejemplos de mil ingenios altivos que se han despeñado por no reconocer su primer disparate, y pues las invenciones en tanto son buenas en cuanto tienen de útil, honroso y deleitable, lo que basta para quedar constituidas en razón de bien, dígame Vm. si hay algo desto en esta su novedad, para que yo convoque amigos que lo publiquen y lo defiendan; que no será pequeño servicio, pues las más importantes siempre en sus principios tienen necesidad de valedores. 

Dios guarde a Vm., Madrid y Sept, etc.

Carta de don Luis de Góngora en respuesta de la que le escribieron 

He tenido opinión que nadie hasta hoy me ha quedado a deber nada, y así me es fuerza responder sin saber a quién: mas esta mi respuesta (como autos hechos en rebeldía) Andrés de Mendoza, a quien le toca parte, la notificará por estrados en el patio de palacio, Puerta de Guadalajara, corrales de comedias, lonjas de bachillería, donde deparará a V.m. el perjuicio que hubiere lugar de derecho. Y si fue conclusión de la Filosofía que el atrevimiento era una acción inconsiderada, expuesta al peligro, tengo a V.m. por tan audaz (aunque desfavorecido de la fortuna en esta parte) que tendrá ánimo de llegar a las ruedas donde se notificare, a oír su bien o su mal. Y agradezca V.m. que, por venir su carta debajo de capa de aviso y amistad, no corto la pluma en estilo satírico, que yo le escarmentara semejantes osadías, y creo que en él fuera tan claro como le he parecido obscuro en el lírico.

Sin duda creyó V.m. haberse acabado el caudal de mis letras con esa Soledad, que suele ser la última partida de los que quiebran: pues crea V.m. que a letra vista se pagan en Parnaso, donde tengo razonable crédito; y no sé en qué fuerzas fiado me escribe una carta, más que ingeniosa, atrevida, pues que queriendo cumular mil fragmentos de disparates como de diferentes dueños (de donde infiero los tiene el papel) no supo organizarlos, pues están más faltos de artículos y conjunciones copulativas que carta de vizcaíno, de donde se ve tener buen resto de ignorancia, pues tanta se traslada del corazón al papel; y hallo ser cierto que nemo dat plus quam habet. Y si uno de los defectos que su carta de V.m. pone en mis Soledades es que no articulo ni construyo bien el romance, siendo su mismo lenguaje, hemos de dar una de dos: o que él es bueno, o que V.m. habló acaso; y aquí entra bien entendámonos a letras. Y no he querido sea a coplas, que pienso que con ir esto tan lacónico y rodado no lo ha de entender V.m.

Díceme por su misiva que renuncie este modo, por que no lo imiten los muchachos, entendiendo que hablo de veras. Caso que fuera error, me holgara de haber dado principio a algo, pues es mayor gloria empezar una acción que consumarla. Y si me pide conozca mi primero disparate para que no me despeñe, reconozca V.m. el que ha hecho en darme consejo sin pedírselo, pues está condenado por la cordura, y no se precipitará dándolo segunda vez, que entonces me será fuerza haberme de valer de pluma más aguda y menos cuerda.

Para quedar una acción constituida en bien, su carta de V.m. dice que ha de tener útil, honroso y deleitable. Pregunto yo: ¿fueron útiles al mundo las poesías, y aún las profecías, que vates se llama el poeta como el profeta? Sería error negarlo; pues dejando mil ejemplares aparte, la primera utilidad en ellas es la educación de cualesquier estudiantes destos tiempos; y si la obscuridad y estilo intrincado de Ovidio, que en lo de Ponto y en lo de Tristibus fue tan claro corno se ve y tan obscuro en las Transformaciones, da causa a que vacilando el entendimiento, en fuerza de discurso trabajándolo (pues crece con cualquier acto de calor), alcance lo que así en la lectura superficial de sus versos no pudo entender luego, hase de confesar que tiene utilidad avivar el ingenio, y eso nació de la obscuridad del poeta. Eso mismo hallará V.m. en mis Soledades, si tiene capacidad para quitar la corteza y descubrir lo misterioso que encubren.

De honroso, en dos maneras considero me ha sido honrosa esta poesía: si entendida para los doctos, causarme ha autoridad, siendo lance forzoso venerar que nuestra lengua a costa de mi trabajo haya llegado a la perfección y alteza de la latina, a quien no he quitado los artículos, como le parece a V.m. y a esos señores, sino excusádolos donde no necesarios. Y así querría me dijesen dónde faltan, o qué razón dellas no está corriente en lenguaje heroico (que ha de ser diferente del de la prosa, y digno de personas capaces de entenderlo), que holgaré construírselo, aunque niego poder ligar el romance a esas declinaciones, y no doy aquí la razón cómo, porque es para convencer la pregunta que en esto V.m. me hiciere. Demás que honra me ha causado hacerme obscuro a los ignorantes, que esa es la distinción de los hombres doctos, hablar de manera que a ellos les parezca griego, pues no se han de dar las piedras preciosas a los animales de cerda. Y bien digo griego locución exquisita que viene de poeses, verbo de aquella lengua madre de las ciencias, como Andrés de Mendoza traía tan corta tomo agudamente en el segundo punto de sus corolarios, que así los llama V.m.

De deleitable tiene lo que en los dos puntos de atrás queda explicado. Pues si deleitar el entendimiento es darle razones que lo concluyan y lo midan con su concepto, descubierto lo que está debajo de esos tropos, por fuerza el entendimiento ha de quedar convencido, y convencido, satisfecho. Demás que, como el fin del entendimiento es hacer presa en verdades, que por eso no lo satisface nada sino la primera verdad (como dice S. Agustín: inquietum est cor nostrum donec requiescat in te), en tanto quedará más deleitado cuanto, obligándolo a la especulación por la obscuridad de la obra, fuere hallando debajo de las sombras de la obscuridad asimilaciones a su concepto.

Pienso que queda bastantemente respondido a lo que constituye una acción en razón de bien. Al ramalazo de la desdicha de Babel, aunque el símil es humilde, quiero descubrir un secreto no entendido de V.m. al escribirme: no los confundió Dios a ellos dándoles lenguaje confuso, sino en el mismo suyo ellos se confundieron, tomando tierra por agua y agua por piedra, que esa fue la grandeza del milagro. Yo no envío las Soledades confusas, sino la malicia de las voluntades en su mismo lenguaje halla confusión por parte del sujeto inficionado con ello.

A la gracia de Pentecostés querría obviar el responder, que no quiero a V.md. tan aficionado a las cosas del Testamento viejo, y a mí me corren muchas obligaciones de saber poco dél por naturaleza y por oficio; y así sólo digo que (si no le parece a V.m. lo contrario y a esos discípulos ocultos como Nicodemus) no van más que en una lengua las Soledades, aunque pudiera, quedándome el brazo sano, hacer una miscelánea de griego, latino y toscano con mi lengua natural, y creo no fuera condenable; que el mundo está satisfecho que los años de estudio que he gastado en varias lenguas han aprovechado algo a mi corto talento. Y porque la alabanza propia siempre fue aborrecida, corto el hilo en esta parte.

Préciome muy de amigo de los míos, y así quisiera responder por Andrés de Mendoza, porque demás de haber siempre confesádome por padre (que ese nombre tienen los maestros en las divinas y humanas letras) lo he conocido con agudo ingenio. Y porque creo dél se sabrá bien defender en cualesquiera conversaciones, teniéndolo de aquí adelante en mayor estima, sólo digo a V.m. que ya mi edad más está para veras que para burlas; procuraré ser amigo de quien lo quisiere ser mío, y quien no, Córdoba y tres mil ducados de renta en mi patinejo, mis fuentes, mi Breviario, mi barbero y mi mula harán contrapeso a los émulos que tengo granjeados, más de entender yo sus obras y corregirlas, que no de entender ellos las mías. Córdoba y septiembre, 30.