FRAGMENTOS DE «CRÍTICA LITERARIA» EN TEXTOS BARROCOS
Lope de Vega, Laurel de Apolo (1630) (ed. Christian Giaffreda, Firenze, Alinea, 2002)
porque en esta materia de poesía,
¿quién hay que no se tenga por más sabio? […]
¿Quién hay versificante que se vea […]
ciego a la claridad, sordo al aviso […]
¿Quién hay que no perfile su estancias
de un trilingüe escuadrón de estravagancias,
y como merlinice,
no responda que Góngora lo dice […]
Como si más que basa fuese basis,
y hurtar las voces, imitar las frasis;
como si aquel ingenio soberano,
que frisó, con el nombre de divino,
el griego y el latino,
el francés y el toscano,
pudiese traducirle ajena mano (I, vv. 181-208)
Al docto don Francisco de Quevedo
llama por luz de tu ribera hermosa,
Lipsio de España en prosa
y Juvenal en verso,
con quien las Musas no tuvieran miedo
de cuanto ingenio ilustra el universo,
ni en competencia a Píndaro y Petronio,
como dan sus escritos testimonio;
espíritu agudísimo y suave,
dulce en las burlas y en las veras grave,
príncipe de los líricos, que él sólo
pudiera serlo si faltara Apolo.
¡Oh Musas! Dadme versos, dadme flores,
que a falta de conceptos y colores
amar su ingenio y no alabarle supe,
y nazcan mundos que su fama ocupe (II, vv. 362-377)
la docta escuridad, cuanto elegante,
del andaluz gigante […]
que don García Coronel ha sido […]
que Góngora también […]
de sus secretos le dejó su llave (VIII, vv. 297-315)
Quevedo, Discurso de todos los diablos (1628) (ed. Alfonso Rey, Obras completas en prosa, Madrid, Castalia, 2003)
¿Tú no eres el Poeta de los Pícaros, que has llenado el mundo de disparates y locuras? ¿Quién inventó el Tengue tengue, y Dongolondrón, y Pisaré yo el polvillo, Zarabanda y dura, y Vámonos a Chacona, y ¿Qué es aquello que relumbra, madre mía?, la Gatumba, y Naqueracuza? ¿Qué es Naqueracuza, infame? ¿Qué quiere decir Gandi, y Urruá, que en la venta está, y ¡Ay, Ay, Ay!, y traer el pueblo en un grito? ¿Y Ejecutor de la vara, y daca a Ejecutor de la vara? ¿Y Señor boticario, deme una cala, y Válate Barrabás, El pollo y Guiriquirigay? Y otras cosas que, sin entenderlas tú, ni el que las canta, ni el que las oye, al son de las alcuzas y de los jarros y de los platos, las cantan los muchachos y mozas de fregar con tonillos de aceite y vinagre, y dos de queso y pella y pastel, que tú compones. Y no hay recado que no chilles ni calle que no aturdas, obligando a que se enfurezcan las repúblicas y con pregones restañen tus letrillas y húes y ayes y arrorrós, cuzas y pipirititandos. Nadie está en los infiernos con tanta causa ni con tan sucia causa [...]
¿Es mejor lo que hacen los poetas de los honrados? ¿Está mejor ocupado un ingenio en gastar doce pliegos de papel de entradas y salidas y marañas para casar un lacayo sin amonestaciones, que yo, con un cantarcillo y un Cachumba, cachumba y un ¡Oh, qué lindito!, al muchacho que trae un pastel a su amo le embarazo la boca con el tonillo para que no dé un bocado al plato y al jarro un sorbo?
Más sisas escusé con el Zambapalo y con la Marigarulleta que letras tienen mis cantares. ¿Con qué me pagarán que a la niña que trae el cuarto de mondongo la embarace la garganta con el Naqueracuza y no con una morcilla? ¡Fuera mejor matar de hambre a todos los graciosos, hacer gallinas a todos los lacayos!
Y en los entremeses (deshonrando mujeres, afrentando maridos y tachando costumbres y entreteniendo con la malicia, acabando con palos o con músicos), ¿qué es peor? ¿Es mejor hacer autos y andar dando que decir a Satanás, y pidiendo el alma y lloviendo ángeles a pura nube, y tener a vuestra Majestad quejoso siempre –dijo mirando a Lucifer– y que no deba a un poeta una ánima, que siempre se la lleva el Buen Pastor?
¿Es mejor andar sacando los pecados propios y mis amancebamientos a la jineta, en los romances, de garganta en garganta, y que canten todos lo que yo había de llorar; y que, si Doris escupe, ande su gargajo de boca en boca? ¿Es mejor que Gil y Pascual anden siempre en los villancicos, el uno con mil y el otro con portal, tirando las navidades, envueltos en consonantes sin pelo? ¿Es mejor andar gastando auroras en mejillas y perlas en lágrimas, como si se hallasen detrás de la puerta? Y estando España sin un real de plata, ¿gastalla en fuentes y en cuellos torneados, valiendo a setenta por ciento, y sin que se vea una onza gastada en lámparas por los poetas, teniendo repartidos millones en orejas y testuces?
¿Pues lo que hacen con el oro? ¡A carretadas lo echan en cabellos, como si fuera paja, donde no aprovecha a nadie! ¿Y llámanme a mí poeta de pícaros porque sin gasto ni daño alegro y entretengo, baato y brioso, con Vengo de Panamá, y ¿De qué tienes dulce el dedo?, y Don, don, camaleón, y otras letrillas traviesas de son y comederas?
No, sino escribiré coruscos, lustros, joven, construyendo, adunco, poro con trisulca, alcuza, naqueracuza; y libando aljófar con si bien, erigiendo piras, canoro concento en liras.» [...]
Lo uno es culto y lo otro pimienta; cuál hará mejor caldo, dígalo un cocinero. Ello, yo bien puedo ser el poeta de los pícaros, mas ellos son los pícaros poetas, y por lo menos a mí no me veda la Inquisición ni tengo examinadores; y míreseme bien mi causa, que yo soy el mejor de todos. Y Dios me haga bien con mis seguidillas y jacarandinas, que no me entiendo en octavas ni con esotras historias, ni se hallará que haya dicho mal de otro poeta.
Vélez de Guevara, El diablo Cojuelo, tranco 10 (1641) Premáticas y ordenanzas que se han de guardar en la ingeniosa academia sevillana desde hoy en adelante
»Primeramente se manda que todos escriban con voces castellanas, sin introducirlas de otras lenguas, y que el que dijere fulgor, libar, numen, purpurear, meta, trámite, afectar, pompa, trémula, amago, idilio, ni otras de esta manera, ni introdujere posposiciones desatinadas, quede privado de poeta por dos academias, y a la segunda vez confiscadas sus sílabas y arados de sal sus consonantes, como traidores a su lengua materna.
»Item, que nadie lea sus versos en idioma de jarabe, ni con gárgaras de algarabía en el gútur, sino en nuestra castellana pronunciación, pena de no ser oídos de nadie. […]
»Item, porque a nuestra noticia ha venido que hay un linaje de poetas y poetisas hacia palaciegos, que hacen más estrecha vida que los monjes del Paular, porque con ocho o diez vocablos solamente, que son crédito, descrédito, recato, desperdicio, ferrión, desmán, atento, valido, desvalido, baja fortuna, estar falso, explayarse, quieren expresar todos sus conceptos y dejar a Dios solamente que los entienda, mandamos que se les den otros cincuenta vocablos más de ayuda de costa, del tesoro de la Academia, para valerse de ellos, con tal que, si no lo hicieren, caigan en pena de menguados y de no ser entendidos como si hablaran en vascuence.

Quevedo