LA INTERVENCIÓN DE CARVALHO DE PARADA EN LA CENSURA DE QUEVEDO. PARTE 1
Misiva de Carvalho de Parada a Olivares

Al final de la Defensa de los evangelios, se copia una carta de Carvalho de Parada a Olivares, la Epístola al conde de Olivares, duque de Sanlúcar, primer móvil de esta monarquía de España en el reinado de Felipe IV, escrita en Lisboa en el año de 1634.
En ella el clérigo luso se jacta de los servicios prestados al monarca y los ministros españoles, entre los cuales descuella la "proeza" de haber provocado la retirada de la primera edición de Política de Dios y la publicación de la versión censurada, con la probable aquiescencia del valido.
En la misiva, el teólogo relata que "hace pocos años", durante su estancia en la corte como representante de las iglesias portuguesas, imprimió un discurso "a instancia de vuestra excelencia". En el presente de la escritura, ocho años más tarde, se reafirma en la promesa "de palabra" que hizo en su día a Olivares, en el sentido de que advertiría en privado de la existencia de cualquier materia "digna de reformación".
Antes de que el documento se centre en la petición concreta que desea hacer al valido, reconoce explícitamente su directa intervención contra la obra de Quevedo, y también el efecto logrado en la definitiva redacción, corregida, de la misma:
Fragmento
“Y suponiendo que vuestra excelencia entonces aprobó esta doctrina [advertir en presencia y no publicar en ausencia], y el celo con que la escribí, no debe extrañar usar ahora de ella, pues lo hago con el mismo celo; y si entonces no me obligó respecto alguno particular para oponerme a la licencia de los predicadores, como también al libro intitulado Política de Dios, que, con mi respuesta —como el autor confiesa en su prólogo—, se recogió, saliendo la segunda impresión enmendada de las libertades que en la primera se decían, contra la persona real y ministros que le asisten, no es diferente el ánimo con que en esta ocasión tomo la pluma (f. 65v).”
El adverbio "entonces" remite a 1626, fecha de su paso por la corte. Expresiones como "se recogió", en alusión a la princeps, y la depuración "de las libertades [...] contra la persona real y ministros que le asisten", constituyen una explícita declaración de su responsabilidad en la redacción de la versión final de la obra de Quevedo.
El autor de la Defensa de los evangelios (titulada Respuesta al libro intitulado Política de Dios en el códice de Pensilvania) logró la recogida de los ejemplares de la primera edición, en Zaragoza, y la inmediata publicación de una versión enmendada, "autorizada" por el autor, lo que en este caso equivale a decir censurada por la pluma de un consejero al servicio de Olivares, aunque crítico con sus medidas de gobierno: Antonio Carvalho de Parada.
No es posible asegurar que el clérigo portugués hubiese actuado bajo las órdenes directas o sugerencias del privado, pero no cabe duda de la implicación de este en el episodio o al menos su conocimiento del mismo, a juzgar por el tono y las palabras con que Carvalho de Parada rememora su hazaña en la persecución emprendida contra Quevedo.
Quevedo pudo conocer la respuesta anónima
Con la aclaración "como el autor confiesa en su prólogo", el procurador del clero portugués en la corte madrileña alude al preliminar titulado ‘A los dotores sin luz, que muerden y no leen’ en la edición autorizada, corregida entre el verano y el otoño de 1626, y publicada casi al final de ese mismo año.
En él Quevedo explica los avatares que determinaron la reescritura de su texto; a juzgar por sus afirmaciones, cabe inferir que conoció el escrito del teólogo portugués y tal vez pudo intuir incluso el nombre de su oponente, identificado pese al anonimato:
Fragmento
“A esto se ha seguido una respuesta que anda de mano, a mi libro, sin título de autor. Hanme querido asegurar que es de un hombre arcipreste: yo no lo creo, porque escribir sin nombre y discurrir a hurto y replicar a la verdad son servicios para alegar en una mezquita, y trabajo más digno de un arráez que de hombre cristiano y puesto en dignidad.
Nunca el furor se ha visto tan solícito como en mi calumnia, pues este género de gente ha frecuentado con porfía todos los tribunales, y sólo ha servido de que en todos (por la gran justificación de los ministros) me califique su enemistad. Yo escribí sin ambición, diez años callé con modestia y hoy no imprimo, sino restitúyome a mi propio y véngome de los agravios de los que copian y de los que imprimen. Y, así forzado, doy a la estampa lo que callara reconocido de mi poco caudal, continuando el silencio de tantos días (Política de Dios, pp. 208-209).”
Quevedo subraya en dicho preliminar que la invectiva circula manuscrita ("de mano") y anónima ("sin título de autor [...] sin nombre [...] a hurto"), aunque sospecha de la autoría de un "hombre arcipreste": en efecto, Carvalho de Parada fue arcipreste de la catedral de Lisboa.