LA POLÉMICA SOBRE "POLÍTICA DE DIOS"
El año 1626 marca, por lo tanto, un punto de inflexión en la trayectoria de Quevedo, por la difusión de las más importantes invectivas contra el escritor y su obra, en coincidencia con la notable divulgación impresa de sus textos más controvertidos:
Política de Dios, con nueve ediciones en un solo año, el Buscón o los Sueños.

La Respuesta contra Política de Dios, en un manuscrito de Pensilvania.
La primera de ellas es la que protagoniza las principales impugnaciones, desde el propio año de su publicación hasta 1640.
La intensidad y variedad de los escritos, así como la duración de la batalla de papel, explican que se haya hablado de una “polémica sobre Política de Dios”.
Una diatriba del padre Juan de Pineda, presumiblemente manuscrita y hoy perdida, la inaugura. Es una censura que no parece haber llegado a la imprenta, pero ejerció gran influencia en los índices inquisitoriales sucesivos.
El texto de Pineda se conoce solo indirectamente, a través de una réplica de Quevedo, que cita fragmentos del mismo, seguidos por sus justificaciones.
El autor pudo sentirse intimidado por el prestigio de Pineda, colaborador del Santo Oficio y “el más importante censor del siglo y quizá de toda la historia de la censura inquisitorial”, y trató de defenderse, culpando al impresor zaragozano de Política de Dios por haberse basado en un texto corrupto.
El escritor intentó contrarrestar el ataque del jesuita con una respuesta Al padre Juan de Pineda, de la Compañía de Jesús, fechada el 8 de agosto de 1626 y divulgada tal vez más ampliamente que la diatriba del jesuita.
Una apología y nuevas invectivas
Tras el ataque del eminente teólogo Juan de Pineda, el humanista Lorenzo van der Hamen habría redactado una Apología a la Política de Dios de don Francisco de Quevedo, en su defensa, pero la existencia de este texto resulta imposible de confirmar debido a que no ha podido ser localizado.
Los ataques del padre Pineda pudieron inspirar las Anotaciones de Morovelli de Puebla contra Política de Dios, pues sus comentarios críticos contienen idénticos argumentos.
Pero el tratado quevedesco aún fue criticado con posterioridad, en invectivas que censuran también otras obras del autor barroco, como un Memorial a la Inquisición contra cuatro textos entre los que se cuenta Política de Dios, datado en torno a 1630 y atribuido a uno de los enemigos conocidos de Quevedo, Pacheco de Narváez.
El colofón de esta enconada polémica podría ser Peregrinos discursos y tardes bien empleadas, refutación del mismo Pacheco de Narváez, conservada en un manuscrito de 1640, que no se imprimió, y fue descubierta y editada por Valladares a finales del siglo pasado.

Hallazgo de una diatriba inédita
Hasta la presente década, se suponía que la invectiva de Juan de Pineda había tenido un efecto determinante, pues habría provocado una importante reescritura del tratado quevedesco.
Tal conclusión contrastaba, no obstante, con el limitado efecto que parecía haber tenido sobre el texto de la obra política, cuyos pasajes censurados no se derivaban claramente de la denuncia del teólogo.
Recientemente, el hallazgo de una diatriba inédita, en la biblioteca de la Universidad de Pensilvania, supuso un vuelco en el estado del conocimiento en torno a la polémica de Política de Dios.
Copiada en un manuscrito fechado en octubre de 1626 y dirigida a Antonio de Sotomayor, confesor de Felipe IV y consejero real, es la invectiva más extensa y sistemática en la impugnación de la obra de Quevedo, además de la que ejerció mayor impacto: por su destinatario y su carga política, pero también por ser la que provocó la inmediata autocensura de la obra para evitar la presión inquisitorial.
Se ha podido constatar que fue esta reprobación la que provocó la reescritura de la obra y su impresión en Madrid antes del final de ese mismo año.
El texto que suponíamos reflejaba la última voluntad de Quevedo es, en realidad, un escrito censurado para sortear la amenaza de una violenta diatriba.
La Respuesta al libro intitulado Política de Dios denuncia que el escritor pertenece al “bando contrario del privado” (Olivares) y achaca a “otra era”, la de Felipe III y Lerma, la corrupción denunciada por el escritor.
Su texto permite adivinar las maniobras de enemigos del escritor, alentando en la sombra, ya en 1626, su enfrentamiento con el valido, que será definitivo a partir de 1630.

Estatua de Felipe III de la Plaza Mayor
El manuscrito localizado no permitía, sin embargo, resolver otra cuestión capital: la autoría de la violenta censura, cuyo impacto sobrepasó la modesta huella de las invectivas hasta entonces conocidas, las firmadas por el padre jesuita Juan de Pineda y por Morovelli de Puebla.
La impugnación carecía de atribución expresa en el códice de la biblioteca de la Universidad de Pensilvania, la primera fuente textual conocida.
La incógnita ha quedado resuelta gracias al aún más reciente hallazgo de una segunda fuente manuscrita, esta vez localizada en el Arquivo Nacional da Torre do Tombo (Lisboa, Portugal), donde figura explícito el nombre del autor: António Carvalho de Parada.
La copia posee un título diferente del que consta en el otro manuscrito, pero apunta también contra el tratado político de Quevedo, sintetizando su propósito de denunciar el uso heterodoxo de las sagradas escrituras en Política de Dios:
Defensa de los evangelios, oprimidos de violentas y contrarias exposiciones con que don Francisco de Quevedo, en su Política de Dios, quiere obligarlos a la comprobación de sus vanos pensamientos.
António Carvalho, un teólogo portugués

El arte de Reinar de Antonio Carvalho de Parada
António Carvalho de Parada fue un teólogo renombrado en Portugal por su literatura política, ideólogo o al menos partidario del levantamiento en defensa de la restauración de la independencia, producido el 1 de diciembre de 1640, que puso fin al dominio de la dinastía de los Austrias en territorio portugués y conllevó el reconocimiento definitivo de su autonomía en 1668, tras un período de guerra.
Las noticias sobre su trayectoria son relativamente escasas, sobre todo a partir de 1644, cuando parece perderse el rastro de su actividad hasta su fallecimiento, producido en diciembre de 1655.
Pero hay una información que permite relacionarlo con la corte española, con los más allegados ministros del monarca y con el propio Quevedo, en la fecha precisa en que se produce la publicación de su tratado político más polémico: estuvo en Madrid en 1626, como procurador del clero portugués en la corte. Tal cargo es reconocimiento explícito de sus méritos y del prestigio del que disfrutaba ya en aquel momento.
En la época, la presencia de nobles portugueses en la corte madrileña se interpretaba como un ‘premio’, por su mayor proximidad al poder.
Los conocimientos y la erudición con que se entretejen el contenido y la argumentación de la diatriba se corresponden con exactitud con la figura de Carvalho de Parada.
Su formación explica su capacidad para combinar la profundidad de la argumentación teológica, la erudición sobre la antigüedad cristiana y pagana, y las ideas usuales en los tratados políticos de su tiempo, rasgos que aportan densidad a este escrito.
La bibliografía del teólogo portugués no es muy extensa, pero contiene referencias cruciales en el pensamiento político del país, sobre todo en lo que atañe a sus relaciones conflictivas con España.
Su obra más conocida fue Arte de reinar (1643-1644), un tratado de regimiento de príncipes con un carácter práctico muy acusado y relacionado con su pensamiento anti-judío, lo que pudo generar una oposición más o menos velada a las políticas del conde-duque de Olivares, y la definitiva rebelión de Portugal.
Lámina 1

Portada de la Defensa de los evangelios, en el manuscrito de Lisboa
Lámina 2

Último folio de la invectiva en el documento de Torre do Tombo
Lámina 3

Inicio de la Epístola al conde de Olivares, datada en 1634
El perfil político de Carvalho de Parada, su sólida formación teológica y su erudición clásica lo convirtieron en un oponente dialéctico idóneo para impugnar la Política de Dios de Quevedo.
Su posible connivencia con enemigos del escritor en el mundo cortesano, a la altura de 1626, dejó paso con posterioridad a su ulterior enfrentamiento con el privado del monarca Felipe IV, proclive a los judíos portugueses.
A la enemistad o desafección final podría haber contribuido el anti-judaísmo militante del teólogo portugués, entre otros posibles factores que confluirían en favor de la independencia de Portugal.
La segunda fuente manuscrita de la invectiva inédita localizada no solo ha permitido identificar al impugnador de Quevedo, sino también confirmar que la última versión de Política de Dios se redactó a instancias del teólogo y como consecuencia de su denuncia.
Así se infería del cotejo de la diatriba con las ediciones de Zaragoza y Madrid de 1626, pero la información aportada por un nuevo documento epistolar incluido en el códice portugués permite confirmarlo de modo definitivo.