DUDAS SOBRE LA REDACCIÓN TEMPRANA Y POPULARIDAD DEL "BUSCÓN"

El contenido de una carta manuscrita del siglo XVII, recuperada en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, ofrece importantes argumentos para dudar de la redacción y la popularidad tempranas del Buscón. 

El remitente de la carta, que escribe desde Madrid, y su destinatario, que se encuentra en paradero no mencionado pero que podría ser algún lugar de Andalucía,  se mantienen en el anonimato.

La fórmula de tratamiento utilizada ("vuestra señoría") y las noticias transmitidas traslucen, no obstante, su perfil de cortesanos próximos a los círculos de poder. 

En ella se desgrana una serie de noticias que entrecruzan política exterior española y acuerdos matrimoniales entre familias de la nobleza; que protagonizan figuras de relieve en la época como Spinola, el inquisidor Zapata, Olivares, Lerma, Monterrey, Lemos o Chinchón; y que difunden, además, una novedad literaria tan notable como la reciente impresión de la nueva obra de Quevedo: el Buscón. 

La epístola constituye un precioso testimonio de su recepción en Madrid, un ejercicio de "crítica literaria" sobre el relato picaresco, en cuyos comentarios se adivinan el interés que los escritos de Quevedo suscitaban en el ámbito de la Corte y, tal vez, un temprano indicio de las polémicas e invectivas que muy pronto se desatarían contra sus obras, denunciadas ante la Inquisición.

Escaneado de una lámina de esta obra

Lámina 1. Comienzo del manuscrito, con noticias sociales y políticas.

 Ofrece, además, datos interesantes sobre la difusión impresa de la obra picaresca, que permiten matizar los dos postulados críticos antes mencionados: 

La temprana fecha de redacción del Buscón y su hipotética divulgación masiva a través de copias manuscritas, que habría culminado con su llegada a la imprenta en 1626. 

Frente a tales propuestas, esta carta se refiere a dicha obra como una radical novedad, un "aviso" o noticia que desgrana detalles de la narración y aun traza una comparación – de la que, por cierto, sale mal parado el Buscón – con otros escritos previos de Quevedo.

Tales comentarios resultarían innecesarios e injustificables de tratarse de una obra ya conocida previamente, a través de copias manuscritas.

Escaneado de una lámina de esta obra

Lámina 2. Comienzo del manuscrito, con noticias sociales y políticas.

Primer argumento

 En primer lugar, el remitente se siente obligado a precisar, tras el título de la obra, su autor y su asunto, que considera propio de «su genio», es decir, concordante con las obras burlescas de difusión temprana, desde comienzos del siglo XVII:

No habiendo venido desde Zaragoza más de 50 libros impresos –el título, la Historia de la vida del Buscón; el autor, don Francisco de Quevedo; el asumpto, nativo de su genio–, hube uno de ellos por mano de un teatino, con los mayores afanes del mundo, y pagué ocho reales por él.

 De haberse producido una profusa circulación manuscrita previa, la noticia sería en todo caso la propia impresión, de un texto ya conocido, pero resultaría ocioso aclarar el nombre del autor y su asunto. Situados ya en la tercera década de la centuria, resulta inimaginable que hubiese sido posible la circulación de una obra burlesca de Quevedo, ingenio ya consagrado, sin que el ámbito cortesano tuviese conocimiento de ella.

La cifra de 50 ejemplares, exigua, explica la irritación del autor de la carta, cuando supone que no le van a devolver el libro que había prestado, tras haberlo conseguido con tanta dificultad:

Y habiéndole leído, vino un entendido déstos y, con los mayores ruegos del mundo, me lo llevó, asegurándome que hoy a mediodía estaría en casa; y hasta las diez de la noche le he aguardado, con la terciana rigurosísima y con una mohína muy grande, con que me he resuelto a escribir a V. S. y decirle que irá el martes que viene.

 En la imprenta de la España del Siglo de Oro, una tirada normal habría tenido unos 1500 ejemplares: a Madrid habría llegado sólo poco más del 3 por ciento de los ejemplares de una tirada media de libros en la época. 

En cuanto al precio, ocho reales, sólo es posible proponer una estimación basada en las características de la edición de Zaragoza de 1626, a falta de información sobre la que circuló por Madrid. Compuesta en octavo, tamaño usual para este tipo de libros, su texto abarca 101 folios numerados, a los que se suman los de los preliminares y la tabla final. La impresión habría consumido unos 14 pliegos de 16 planas cada uno, para completar las 218 que necesitaban texto y preliminares. 

Proceso de entintadod e una chapa de imprenta

El libro carece de tasa, porque las disposiciones legales para la actividad impresora eran menos restrictivas en Zaragoza que en Madrid, pero se puede proponer una extrapolación a partir de la que era corriente: 3 ó 4 maravedís por pliego.

Por lo tanto, el precio medio por ejemplar a la venta habría oscilado entre 42 y 56 maravedís; como un real equivalía a unos 34 maravedís, el importe máximo por libro habría sido establecido en torno a los dos reales. Los ocho abonados por el ejemplar del Buscón se antojan excesivos: reflejarían una demanda importante, derivada de la escasez de libros, y también un gran interés de los posibles lectores. 

Son datos compatibles con una auténtica novedad editorial, esperada con ansia debido a la talla literaria de su autor y la expectación suscitada por sus obras recientes; incompatibles, en cambio, con la eventual circulación profusa del relato picaresco ya en los años o incluso las décadas anteriores. 

Segundo argumento

A continuación, el remitente subraya la difusión pública y el éxito de «otras obras suyas», respecto a las cuales el Buscón se muestra mera reiteración, «lánguida [...] con poquísima gracia». Quevedo carece ya de la frescura e ingenio de su juventud:

No le espere V. S. con el aplauso que han merescido otras obras suyas, porque es la cosa más lánguida que ha visto en su vida, porque se revuelca en todo lo que ha dicho antes en diferentes obrillas y con poquísima gracia: al fin, los ingenios tienen su puericia, adolescencia, juventud, virilidad y senectud; y en este último paraje se hallan cuantos hoy conozco en Madrid, pues o no escriben o lo que escriben es sin aquella gracia primera.

A la altura de 1626, Quevedo está ya en la madurez, y se encuentra próximo el fin de los grandes autores barrocos de la generación anterior, como Lope y Góngora. Una vez más, la comparación con otras obras del escritor sólo parece pertinente si el texto impreso resultaba entonces una estricta novedad.

Tercer argumento

Escaneado del texto

La carta resume después el argumento, siguiendo el orden de los episodios, desde las aventuras en la venta de Viveros hasta las peripecias de Pablos como galán de monjas:

En él verá V. S.ª una casa de pupilaje pintada prolijísimamente y sin gracia, una estafa en la venta de Viveros pesada y sin sal, unas matracas en Alcalá asquerosísimas; traída por los cabellos y pesada, una introdución de un arbitrista, un diestro y un poeta, y la premática fría; una casa del verdugo de Segovia malísima, una introdución de un escudero forzada, y la vida dellos enfadosa de leer; un caballero fingido, un pobre, un comediante y un devoto de monjas.

Escaneado del texto

El periplo abarca desde el capítulo 1, 3 hasta el 2, 9, según la distribución de las peripecias vitales de Pablos en dos libros que consta en la princeps de 1626. Los detalles habrían sido ociosos, de haberse conocido con anterioridad la obra que acababa de imprimirse. 

Llama la atención el uso del artículo determinado en «la premática fría», en contraste con el indeterminado un y sus variantes flexivas usado en otros casos. 

La distinción resulta lógica, atendiendo a la transmisión textual de esa parte de la obra: en efecto, es, precisamente, la única ya difundida con anterioridad y conocida por el lector. 

La Premática contra los poetas güeros, chirles y hebenes integrada en el Buscón (2,3) registró una presumible circulación previa como obra independiente, animada por el auge de este tipo de textos burlescos en los primeros años del siglo XVII.

 

Escaneado del texto

Cuarto argumento

La parte final de la carta, centrada en el Buscón, contiene una fecha explícita de escritura, que no se sitúa en el cierre, sino en medio del juicio sobre la obra picaresca. 

Cuando la comunicación epistolar parece a punto de cerrarse, el retraso del correo por las inclemencias del tiempo permite reanudarla de forma inesperada. La casual demora en el envío de la carta y el libro nos permite conocer con mayor detalle su juicio sobre el Buscón, a través de su rápido recorrido por los avatares de la trayectoria vital de Pablos, desde su estancia en la casa de pupilaje hasta el episodio de los galanes de monjas:

Beso a V. S. la mano mil veces por el favor del chocolate, que yo usaré dél con la moderación que V. S. me manda y buscaré a la persona que lo trae; y a vueltas de tantas cosas como suplico a V. S., podría mandarme algo de su gusto en esta corte, pues sabe V. S. con el que le he de servir y vivir con el título de criado de V. S. toda mi vida. La de V. S. guarde Dios los años que yo deseo y he menester. Madrid y diciembre, 9, de 1626 (ó 1625).

 La fecha no se lee con claridad, por situarse al final de la línea y en el margen derecho del folio, y por haber traspasado la tinta de algún trazo de su verso. La forma del segundo número del año es la de un 6 con total seguridad, con la parte abierta hacia la derecha, pero difiere de la que tiene el último número, que podría ser también un 6 trazado de modo diferente o bien un 5. 

La eventualidad de una edición a finales de 1625, o difundida en 1625 pero con fecha de 1626, necesitaría mayores indagaciones. No obstante, podría estar respaldada por ciertos episodios históricos mencionados en la carta antes del "aviso" sobre el Buscón, relacionados con el papel político y militar de España en el contexto europeo, que parecen apuntar al año 1625. 

Portada de esta obra.

Los detalles de esas alusiones de los folios iniciales de la misiva sólo podrían calificarse como estricta novedad en dicho año: las noticias sobre el éxito de la actividad de la flota española en Flandes, el posible nombramiento de Antonio Zapata como inquisidor general, ciertas argucias de Lerma previas a la jornada de Aragón, y el conflicto entre España y Francia por la Valtelina:

Paso de casamientos a Flandes, que las cosas de allá están de lindo semblante, con las dos veces que Espinola rechazó en el País de Bax al enemigo, y con la rota que le dio el conde Enrique, con que se abren aquellos diques a toda priesa; y ahora que supo que había venido desaparejada la armadilla que salió de Inglaterra y con almiranta y otros dos bajeles menos, se fue luego el Marqués a Dunquerque y estaba a toda priesa armando 28 bajeles que, a la hora de ahora, habrán hecho buenos daños. Hase callado nuevo la voz de que daban a Zapata la Inquisición General, que aquel fervor con que al principio corrió fue fundado en que la había pedido para él el Cardenal Infante, que son medios tan flacos como otros, y está corridísimo de lo que ha hecho. Días ha que no hay cartas de Italia, ni se sabe de allá nada, sólo que los franceses no quieren dejar la Valtelina, ni Saboya viene en lo tratado acá.

Son novedades desde Madrid del remitente – que asume el papel de «cronista» y se muestra ampliamente informado, a la manera de Almansa y Mendoza, Pellicer y Tovar o Barrionuevo, en sus avisos –, sobre acontecimientos que su interlocutor no conocía ese año por no ser aún de dominio público. En diciembre de 1626, por el contrario, ya no serían noticia. Por otra parte, existe en la carta un dato sobre el servicio de correo con periodicidad semanal y salidas los martes que apunta hacia 1625:

Y habiéndole leído, vino un entendido déstos y, con los mayores ruegos del mundo, me lo llevó, asegurándome que hoy a mediodía estaría en casa; y hasta las diez de la noche le he aguardado, con la terciana rigurosísima y con una mohína muy grande, con que me he resuelto a escribir a V. S. y decirle que  irá  el  martes  que  viene…

 El 9 de diciembre, fecha que consta en el documento como día previsto para su expedición, coincidió en martes solo en 1625, no en 1626. 

Por lo tanto, debe inferirse que la edición del Buscón que acaba de publicarse y comenta el anónimo remitente se publicó en 1625, lo que despojaría de su condición de princeps a la impresión de 1626 en Zaragoza.

El funcionamiento de las estafetas en la época permite proponer, además, que la carta se dirigía a un destinatario noble que estaba en Andalucía, pues el itinerario del correo que partía desde la corte hacia esta región es el único que estaba establecido los martes de cada semana. La explícita referencia al correo regular de los martes obliga a descartar el posible uso de un servicio particular contratado para cualquier día de la semana: en tal caso, quien remite la carta no habría necesitado esperar al próximo martes para hacer el envío.

varias cartas apiladas sobre si mismas

Ha de tenerse en cuenta que las aprobaciones legales de la edición zaragozana de 1626, la considerada princeps del Buscón, están datadas entre finales de abril y principios de mayo de ese año. Dicha edición estaba ya publicada en el mes de julio.

Parece extraño que la noticia y los ejemplares de la impresión no hubiesen llegado a Madrid hasta el 9 de diciembre, medio año después, si no es que el día y el mes se refieren al año anterior, 1625, y a una edición diferente. 

También pudo circular por la Corte una impresión furtiva con el mismo título, pero disfrazada como si fuera la misma edición de Zaragoza, promovida por el mercader de libros Alonso Pérez, en la imprenta madrileña de Alonso Martín.

Debe admitirse, no obstante, que resulta sorprendente que una hipotética edición de 1625 no hubiese dejado huella alguna de su existencia, más allá de este aviso.

Quinto argumento

La carta se cierra con una irónica alusión al anuncio con que concluye el Buscón de Quevedo en la tradición manuscrita: "¡Y promete segunda parte del libro!". Ponderando el juicio crítico de su destinatario noble, en cuyo criterio confía para la valoración final que merece el Buscón, el remitente de la carta apunta al desenlace de la obra: ironiza con la promesa de la segunda parte del Buscón, temiendo que la marcha del pícaro a las Indias propicie la continuación:

El Buscón se fue a las Indias, y no querría que desde allí nos lo trujese el auctor en la segunda parte, que sería peor que el pajarero del rey, que compuso aquí un libro mayor que el Flos Sanctorum del canto de los pájaros y ponía distintamente los pasajes de cada uno, y decía que el jilguero tenía un chirrí y dos chiculios; y el pardillo, dos cho cho, &. ¡Y promete segunda parte del libro...!

Es cierto que la "segunda parte" que se reitera al final de la carta podría referirse al libro del "pajarero del rey" que se acaba de citar, pero parece más lógico suponer que siga hablando del Buscón, tras haber expresado el temor de que "nos lo trujese el auctor en la segunda parte"

Por una parte, acaba de señalar la continuación del relato con un determinante la, que indica que no se trata de una mera especulación del autor de la carta, en cuyo caso diría una, sino de una cita del pasaje final de la obra; por la otra, la nueva narración de Quevedo, que el remitente envía a un destinatario al que imagina deseoso de conocer el nuevo fruto del ingenio quevediano, es (y parece seguir siendo) el tema central de la carta.

Si llamativa resulta la posible existencia de una impresión simultánea o incluso previa a la que se considera princeps de la obra, no es menos sorprendente la promesa de una futura continuación.

Grabado de una imprenta antigua con sus trabajadores

Tal afirmación, tópica en obras del género picaresco como el Guzmán de Alfarache, no figura, precisamente, en la que la crítica identifica como primera edición, la que salió de las prensas de Zaragoza en 1626, sino sólo en tres manuscritos de época, representantes de tres de las cuatro versiones variantes de la obra: 

 «Y fueme peor, como vuestra merced verá en la segunda parte», se lee en los manuscritos SB; «Y fue peor, como vuestra merced en la segunda parte verá», en C; «Y fueme peor» (Z), en la supuesta princeps de 1626, sin mención alguna a una posible segunda parte.

 También en ese mismo año hubo otras tres ediciones: 

  • La de Barcelona, por Sebastián de Cormellas, presumiblemente contrahecha.
  • La posible edición furtiva de Zaragoza contrahecha en Sevilla, en la imprenta de Francisco de Lira.
  • Otra tal vez impresa en Madrid en la misma fecha, a cargo de la viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez. 

 Esta última pudo estar inducida por la suspensión de la concesión de licencias para comedias y novelas, que llevó a las imprentas de los reinos de Castilla a promover ediciones falsificadas, atribuidas a impresores de otros reinos, o contrahacer las obras nuevas que se imprimían en los reinos castellanos. 

Ya en 1627 se imprimió una en Valencia, por Crisóstomo Garriz; y en 1628, otra en Zaragoza, por Fernández de Heredia. Las zaragozanas no mencionan la segunda parte; la de Barcelona de 1626, tampoco. Por tanto, ha de concluirse que el remitente de la carta podría estar citando otro impreso, que diferiría de la que llamamos princeps al menos en ese pasaje conclusivo de la obra.