CONCLUSIONES
El análisis de la misiva, que da noticia sobre la reciente impresión del relato picaresco y evidencia la decepción del emisor, ante un texto literario que juzga de inferior calidad respecto a anteriores obras burlescas de Quevedo, permite proponer las siguientes conclusiones:
Primera
Cuando el Buscón llega a la imprenta mediada la década de 1620, y los ejemplares del libro son recibidos en Madrid, la obra de Quevedo aún no era conocida en la Corte: los datos apuntados demuestran su novedad y permiten inferir que no existió una profusa difusión manuscrita previa como se suponía.
Segunda
La que hoy consideramos princeps del Buscón puede no haber sido la primera o, al menos, pudo convivir con otra edición impresa en la misma ciudad y hoy desconocida, si es que no fue falseado el lugar de impresión, habida cuenta de la prohibición de imprimir novelas en Castilla vigente en esas fechas.
Tal edición habría incluido la promesa final de una segunda parte, como sucede en los tres manuscritos conocidos, y a diferencia de la que consideramos primera edición zaragozana.
Tercera
La carta está fechada en 1626, año más probable, pero el trazo poco nítido del último número también podría ser un 5.
La fecha hipotética de 1625, mera especulación que tal vez nunca llegue a confirmarse, concuerda con las noticias sobre el servicio regular de correos en la época, que conectaba Madrid con Andalucía los martes de cada semana, y con algunas referencias históricas incluidas en la primera parte de la carta: en particular, las noticias sobre los éxitos de Spinola en los Países Bajos, entre los que descuella la rendición de Breda en el milagroso año de 1625, y la ocupación de la Valtelina por los franceses.
Pero carecemos de datos consistentes para sugerir que el Buscón podría haber sido impreso por vez primera en 1625 y no en 1626. La hipótesis más controvertida, por contradecir un aserto crítico nunca puesto en tela de juicio, es que el remitente hubiese escrito 1625, lo que obligaría a despojar a la princeps de 1626 de su condición de tal; la más lógica y segura, por basarse en documentos y datos fehacientes, que esté escribiendo en 1626, en cuyo caso habría que explicar por qué el final del relato difiere del de la princeps conocida.
Cuarta
La variante en la parte final de la obra no prueba de modo contundente la existencia de un impreso del Buscón previo a la princeps de 1626.
Pero la carta demuestra que la edición que tuvo a la vista el remitente hubo de ser difundida al menos de modo simultáneo a la primera edición, si no con anterioridad.
Quinta
La carta, perteneciente al género de los "avisos", es el primer juicio crítico conocido sobre el Buscón.
Tomando en consideración los comentarios tan negativos que desgrana sobre el ingenio de Quevedo, cabría postularla como antecedente indirecto de las invectivas contra la obra que proliferaron en torno a los años 30 del siglo XVII.