TIPOS DE DEPÓSITOS EDAFOSEDIMENTARIOS
Una gran parte de las investigaciones geoarqueológicas están enfocadas en la comprensión de la formación de los depósitos edafo-sedimentarios y las transformaciones que ocurrieron a lo largo del tiempo desde su formación.
Para reconstruir estos procesos han de analizarse las características físicas y químicas de los depósitos edafo-sedimentarios atendiendo a su tipología, ya que según el tipo de ambiente en el que nos encontremos predominarán unos procesos u otros.
Atendiendo a los mecanismos principales involucrados en su formación, los depósitos edafo-sedimentarios pueden clasificarse en:
Depósitos coluviales
Se forman por la acumulación de materiales de alteración que son transportados ladera abajo por acción de fuerzas gravitacionales. En determinadas zonas de Galicia se da un tipo de depósito coluvial con un alto contenido de materia orgánica y con gran potencial para su estudio geoarqueológico, que es denominado ránker atlántico.

Figura 8. Ránquer atlántico en Barbanza, A Coruña (Foto: NSS).
Depósitos aluviales
Son el resultado de procesos ligados al flujo de agua, como los depósitos que se forman en los valles fluviales o en canales.

Figura 9. Depósito aluvial en el Campo de Gibraltar (Fuente: Francisco Torres et al., 2011)
Depósitos eólicos
Son el resultado de la acción del viento. Muchos depósitos eólicos se han formado asociados a las condiciones periglaciares durante el Pleistoceno, aunque en algunas zonas también se formaron durante el Holoceno. Entre los depósitos del Pleistoceno, en función del tamaño de las partículas transportadas, se distingue entre depósitos de loess (tamaño limo) y depósitos de arenas (tamaño arena).

Figura 10. Depósito de Loess en Suecia (Foto: Jenny Sjöström).
Depósitos ligados a humedales
Se dan en cualquier zona en la que exista, o haya existido un humedal. Los humedales pueden ser de naturaleza muy variada, desde marismas costeras a humedales interiores asociados a surgimientos de aguas o en los bordes de lagunas, a turberas. Los depósitos ligados a humedales pueden encontrarse en superficies actuales de humedal o enterrados bajo formaciones que hoy en día ya no son humedales.

Figura 11. Testigo de turba recién muestreado con sonda rusa (Foto: NSS).
Depósitos marinos y costeros
En climas templados los ambientes costeros consisten mayormente en acantilados, plataformas rocosas, playas, sistemas dunares o planicies sobre las que actúa la marea. Excepto en los acantilados y las playas, por la estabilidad de los primeros y la extrema movilidad de los últimos, es frecuente la formación de depósitos con interés geoarqueológico.
Figura 12. A) Muestreo de un testigo sedimentarios marino (Foto: OLC) y B) Seccionado de un testigo marino (Foto: NSS)
Depósitos ligados a la actividad agrícola
En algunos casos la actividad agrícola deja evidencias en el registro edafo-sedimentario que pueden ser analizadas desde el punto de vista geoarqueológico. Un ejemplo serían las terrazas agrícolas, cuyo estudio puede proporcionar una información muy importante acerca de la propia actividad agrícola y transformaciones a escala de paisaje.
Figura 13. Terraza agrícola en Samos, Lugo (Foto: NSS).
Acumulación de residuos y materiales de construcción
La actividad humana de manera inevitable produce residuos, que son susceptibles de acumularse y formar un depósito con una secuencia estratigráfica concreta. Los depósitos orgánicos generados por las sociedades preindustriales han desaparecido en su mayoría, pero bajo determinadas condiciones ambientales pueden haberse conservado, frecuentemente por encharcamiento o por procesos de mineralización. En ambientes costeros arenosos es frecuente la preservación de productos de desechos alimentarios como restos óseos de animales, espinas de peces y conchas de moluscos.

Figura 14. A) Huesos animales y humanos, y caracoles en el interior de una cueva y B) Restos de espinas de peces en un yacimiento romano (Fotos. OLC)